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POR QUÉ EL LAZO AFECTIVO ENTRE MADRE (CUIDADOR) Y BEBÉ A MENUDO SE LO DENOMINA “LA DANZA”.

El vínculo entre un bebé y su cuidador es universalmente … 

considerado como el más íntimo de todas las relaciones humanas. Aunque este encuentro especial ciertamente se siente maravilloso, y a veces indefinible, el apego se entreteje a través de incontables conexiones compartidas entre el cuidador y el bebé. Una variedad de investigadores han producido evidencia detallada sobre el funcionamiento interno de estos intercambios que se dan momento a momento. Cuando estos estudios microscópicos son revisados colectivamente, apreciamos de nuevo que el cuidador y el recién nacido forman una díada desde el nacimiento y se unen inextricablemente en una unión fisiológica y emocional.

 Este artículo enfatizará especialmente que los bebés están dotados de numerosas habilidades instrumentales que influyen fuertemente en las fases y el curso general del apego temprano con el cuidador.  Dado que el apego como accion necesita que se de una asociacion única y un deseo común de capturar la esencia física y emocional del otro, imaginamos este trabajo como una “Danza” continua que da vida a la metamorfosis mutua. A medida que nos adentramos en la naturaleza progresiva y multitexturada de su vínculo, ver al cuidador y al bebé como bailarines que diseñan su coreografía privada e inventiva, esperamos que cristalice nuestra perspectiva de la “maravillosa” historia coherente del apego.

 Cuando el cuidador y el recién nacido se encuentran por primera vez, el infante se ve inundado por dos realizaciones primarias. En primer lugar, el shock que le lleva el  “estar vivo” en un mundo burdo y abierto. En diferentes grados, el bebé se desorganiza por esta estruendosa entrada en un espacio ilimitado y frío. El apego comienza en este momento en que la madre y el bebé se encuentran respirando al acostarlo por primera vez sobre ella. Al mismo tiempo, siente que es totalmente vulnerable al haber sido arrancado de su cálido y nutritivo entorno. Así que “mantenerse vivo” también lo abruma.  Está totalmente impulsado a obtener protección, alimento, calma y consuelo. Moldea su cuerpo al de ella, chupa involuntariamente y busca desde el contacto de la piel con piel el latido del corazón y el pecho de su madre. El cuidador envuelve a su bebé y lo alimenta, recreando así un nuevo y exclusivo recinto para ellos. Desde el inicio de su relación, sus diversos antojos o perturbaciones sensoriales producen gritos crecientes y angustiosos hasta que se corrige el desequilibrio corporal.

 

A medida que el bebe reduce su alarma al ser empujado al mundo externo de ambos, la madre y el niño han comenzado el proceso crítico e innato de corregulación; es decir, producir en el niño un estado consistente de equilibrio fisiológico.

Su encuentra nuevamente envuelto (como en el útero), a medida que su agitación es moderada. En primer lugar sus cuerpos se vinculan. Al mismo tiempo, el cuidador se esfuerza por satisfacer las necesidades básicas de su bebé estudiando sus llantos, movimientos, estados de excitación, expresiones faciales y más para poder responder en consecuencia. Las reacciones instintivas del bebé transmiten cómo quiere que lo carguen, lo toquen, lo muevan y lo consuelen. El trabajo de la corregulación es ahora un procedimiento más activo y orientado a objetivos para saciar las necesidades básicas del niño y reducir su aprensión. Las necesidades somáticas vitales del bebé y las acciones instrumentales de la madre dictan este aspecto de la construcción del apego.

 

En el lenguaje de la “Danza”, cada uno busca aprender los ‘pasos’ del otro con  

toques, miradas y murmuraciones para encontrar al otro. Se podría decir que este es un período de prueba y error, ya que su objetivo es obtener resultados más favorables. Las expresiones iniciales del infante son propensas a ser algo erráticas e indescifrables y la madre busca descifrarlas y asi responder con éxito.

En los momentos en que alcanza una condición más tranquila, el niño revela constantemente que es una criatura social innata. Observa, huele, saborea, escucha o simplemente mira a su madre. El recién nacido no sólo prefiere a los humanos a los objetos, sino que se siente más atraído por su cuidador, su rostro, su cuerpo y su voz. Además, el recién nacido puede ubicar el paradero de la madre siguiendola visualmente por toda la habitación, y asi mantener su presencia tangible. En cada uno de estos intervalos, su cuidador es testigo de que, cuando el bebe está calmo y atento, puede participar cada vez más en el intercambio de atención mutua. Mientras que antes se consideraba que los recién nacidos no poseían habilidades orgánicas, ahora sabemos que el bebé nace con un apetito social preparado para buscar sus relaciones primarias (validado por la investigación). A medida que se satisfacen las necesidades esenciales del bebé, su curiosidad y conciencia de su madre y su padre se vuelven más intensas a medida que sus reuniones se vuelven más frecuentes y enfocadas.

 

Además, los estudios en niños han demostrado que el niño también está equipado con competencias internas

que cimentan su naciente apego a su cuidador. Mientras “incorpora a la madre”, también está registrando sus rasgos físicos y manierismos en una imagen multisensorial cruda y evolutiva de la que pronto podrá distinguir sus expresiones faciales, el olor de su piel, y mucho más. Con toda probabilidad, las imágenes de la madre en forma sirven al doble propósito de reforzar en él que ella es su constante y disponible guardiana y un ser atractivo al que gravita cada vez más. No cabe duda de que son las capacidades complementarias de la díada las que permiten que la corregulación y el apego maduren. Sin embargo, la capacidad innata del infante para”trazar un mapa” de su madre nos permite comprender plenamente cuán involucrado está en el establecimiento de los cimientos de su relación primaria y en el establecimiento del escenario para profundizar su vínculo también.

 

Simultáneamente, la madre se esfuerza y define con éxito las necesidades y rasgos corporales de su bebé, que incluyen sus ciclos de sueño y vigilia, la exposición óptima al mundo exterior, la homeostasis básica y las formas más eficientes de restaurarle a un estado de alerta compuesto.  Él responde más contento señalando que ella está progresivamente “en sintonía” con sus necesidades intrínsecas. A medida que crece la satisfacción del bebé, su curiosidad por su madre se intensifica previsiblemente en fascinación. Estas habilidades intrínsecas le ayudan a permanecer en un estado compuesto, mantener el contacto con la madre y avanzar hacia la co-creación de un apego emocional.

 

Como ‘bailarines’, están inventando su propio conjunto de movimientos elementales y concordantes. Cuando él da un paso atrás, ella da un paso adelante. Además, con’pasos’ más armoniosos como pareja de baile, ya no deben concentrarse en aprender los movimientos correspondientes. En su lugar, embellecen progresivamente su coreografía con “sentimiento” el uno por el otro. Se miran a los ojos, se mueven con gracia y se abrazan tiernamente. Ellos sienten con confianza secuencias más afectuosas y las sintonizaciones seguirán.

 

Mientras que esta “Danza” primaria se está formando, el bebé está armando internamente un esquema más complejo. Él está codificando las prácticas eficientes de crianza en patrones consistentes que están creciendo a partir de los incontables momentos en que sus”deseos” son saciados. No sólo el bebe arma sus esquemas emergentes sino que, lo que es más importante, llega a saber que su cuidador también lo hará; pore ejemplo: que el bebé anticipa que su madre cuidará bien de él. Al desarrollar esta confianza en su cuidador, su alarma instintiva disminuye gradualmente a medida que se le asegura que la madre pronto remediará lo que le moleste. Por ejemplo, el niño de tres meses se despierta de una siesta y quiere ser envuelto en pañales en los brazos de su madre. Se queja y oye la voz de su madre desde otra habitación, diciendo: “¿Es mi pequeñín el que se está despertando?”. Sus gritos se debilitan (pero no se intensifican) y, al acercarse los pasos de la madre, sonríe y mira hacia la puerta. Cuando la madre lo levanta, se saludan calurosamente con sus ojos y sonrisas. Ahora la llamada de la madre es suficiente para que su bebé sienta que pronto estará en sus brazos

   

La creciente confianza del bebé en la sensibilidad de su cuidador amplía la definición de la corregulación  —  

y aumenta la calidad de su vínculo. Se construye mediante observaciones externas, acción y respuesta, así como mediante las operaciones sistemáticas internas del cuidador y del bebé. Para los 2-4 meses, él espera que el cuidador lo atienda de manera confiable.  A medida que el bebé confía a la madre sus cuidados, cultiva las raíces internas para mantener cierto nivel de equilibrio hasta que la madre llega. Impulsados por encuentros instintivos, moldeados por la acción y la respuesta, y consolidados por imágenes sensoriales y coherentes, madre e hijo han esculpido un Apego Seguro.

 

Debe subrayarse aquí que las capacidades duales del bebé (para “trazar un mapa” de la presencia sustancial de la madre y sus habitos establecidos de atención básica) han contribuido instrumentalmente al logro por parte de la díada de la corregulación básica y al establecimiento de un apego primario. Los notables logros del infante iluminan que el infante debe “dar sentido” a cada una de sus experiencias para aclimatarse a su cruda existencia.

 

Al co-crear un espacio seguro para el bebe y  cuidador, el bebé comienza espontáneamente a desarrollar otra habilidad. Espontáneamente descubre maneras rudimentarias de autorregularse chupándose el pulgar o el chupete, sosteniendo una manta favorita o acurrucándose en la esquina de su cuna para calmarse. Se está dirigiendo gradualmente hacia un reino desconocido de desarrollo de rango maduro de funciones autónomas; es decir, puede ejecutar algunas funciones apropiadas para su edad con menos ayuda de su cuidador. Pero ante todo, mientras predomina la calma y la confianza, esa conexión urgente entre ambos, para la supervivencia del infante, va mutando y ahora crece principalmente por una incipiente y envolvente fascinación mutua.

 

El bebé se da cuenta y disfruta de la devoción de la madre hacia él y florece en un deleite compartido con ella. Mientras le cambia los pañales, se emocionan mutuamente con las sonrisas cálidas del otro, los chillidos y las caricias placenteras. La madre hace eco de los gestos y sonidos de su bebé mientras éste se retuerce exuberantemente. Esta alegría compartida está produciendo electricidad emocional que pronto se transforma en un campo cargado emocionalmente entre ellos. Los momentos juntos son coloreados por sensaciones cálidas de amor y devoción. En su apogeo, nadan en una dichosa piscina y el tiempo se detiene. Donde antes el ser alzado producía tan solo un equilibrio somático, se ha transformado en un inconfundible abrazo con amor.

 

Por lo tanto, cada encuentro para el niño adquiere un nuevo significado a medida que la madre y el niño se encuentran y redefinen su relación de pareja. La naturaleza del apego se basa ahora no sólo en la confianza sino en el amor envolvente. Al buscar fervientemente expresar y extender su alegría conjunta, la madre y el bebé inician un intercambio desigual de gestos afectuosos. Están construyendo gradualmente su propio lenguaje de cariño (3-6 meses).

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